domingo, 1 de abril de 2012

El desencanto, o "magufo, qué cansino eres"...


Saludos desde la cara oculta de la Luna. Hoy quiero incidir en una tendencia que estoy viendo últimamente dentro de las filas del ejército del pensamiento crítico: el desencanto. En los últimos días hemos visto cómo personas que han sido poco menos que abanderados en esta lucha, han decidido darse un respiro hartos de tanta barbarie. Así, conocimos no hace ni dos semanas que La Pizarra de Yuri se tomaba un descanso, y no hace ni una que mi muy querido amigo Manuel, de La Ciencia y sus Demonios, decía también “hasta pronto”. Si bien es cierto que en este último caso las responsabilidades profesionales han tenido mucho que ver (cosa de la que nos alegramos), también es verdad que él mismo mostraba cierto desencanto hacia una labor que era poco menos que predicar en el desierto. Y es que últimamente estamos viendo que hay demasiados Quijotes por cada Sancho, desequilibrándose la correlación de fuerzas de forma estrepitosa.

Entiendo perfectamente que alguien que ha dedicado más de la mitad de su vida a formarse como científico, que tiene el inmenso privilegio (sí, en las Españas lo es) de dedicarse a la investigación biológica no entienda que haya seres humanos capaces de negar, así por las buenas, todo hallazgo probado científicamente por el simple hecho de negarlo. Entiendo, además, que es muy cansino eso de tener que estar repitiendo como un papagayo las mismas frases, los mismos argumentos, las mismas referencias… para al final tener la sensación de que no sirve para nada. 

Creacionistas... Hay que quererlos...
Día sí, y día también, los generales de la sinrazón nos envían esbirros muy bien instruidos para desestabilizar nuestras líneas, conocedores de que nuestro principal fuerte es también nuestra principal debilidad: el diálogo. Así, nos encontramos con personas que prostituyen el lenguaje, lo tergiversan, lo retuercen, mezclan en sus argumentos una verdad con un sinnúmero de mentiras, usando todas las falacias descritas en la Lógica clásica, para dar la vuelta a cualquier hecho que se les presente delante, y que éste parezca querer decir lo contrario de lo que realmente quiere decir. Es decir, son personas adiestradas concienzudamente para “ganar” un debate, aunque para ello se valgan de cualquier artimaña, por muy sucia que ésta sea. Claro, ante esta situación es muy difícil mantener la calma sin dar un puñetazo sobre la mesa, o soltar algún que otro improperio, motivo que se usa convenientemente para desacreditar la argumentación y las pruebas mostradas hasta el momento, escudándose en la libertad de expresión, gritando contra la censura impuesta, y apelando a algún que otro ilustre científico o pensador obligado a retractarse o a morir por sus descubrimientos u opiniones. Como en este último apartado los generales del ejército de la sinrazón no demuestran tener muchas luces, siempre (o casi siempre) se suelen decantar por Galileo, Giordano Bruno, Copérnico y Miguel Servet. 

El problema principal es que todo esto se desarrolla en nuestro propio terreno, en lugares en donde por nuestra propia coherencia civilizada no negamos la entrada de nadie a priori, y permitimos que se nos cuelen poco menos que hasta la cocina, lo que hace que el desgaste sea mucho mayor. Todos sabemos que nuestros infiltrados terminan siendo descubiertos y deportados más allá de las murallas de sus dominios, cuando no son empicotados y mostrados como trofeos de guerra acá y acullá. Esto hace que en muchas ocasiones ni nos planteemos romper sus filas, conscientes de que nos irán enviando cada cierto tiempo a algún kamikaze. Por lo tanto, entiendo el desencanto. 

Validez de los argumentos magufos
Lo que considero que no hemos acertado a ver, estando demasiado ocupados en defendernos del ataque del infiltrado de turno, o gastando demasiada energía controlando las líneas enemigas, es que en ese ínterin también nuestro mensaje llega a su destinatario. Es decir, muchas de las potenciales víctimas de este invasor que es la irracionalidad se encuentran de repente con que no están solas, que no están indefensas frente a la barbarie e incluso, quizás sin quererlo directamente, se abona un campo donde crecerán las futuras generaciones que comanden este ejército nuestro. O lo que es lo mismo, de cada grupo de personas atacadas por la irracionalidad, conseguimos que una porción comience a pensar por sí misma, y a partir de ahí empiece a cuestionarse todo lo que le rodea, llegando, por qué no, a poner en duda el sistema en el que vivimos, e incluso a cuestionarse los clichés sociales que se les han impuesto, comenzando una lucha por una sociedad mejor, con mejores condiciones de vida, menos desigualdades y una mayor capacidad de convivencia. Como diría Murray Bookchin, la utopía es posible. 

Por consiguiente, lejos de alimentar este sentimiento de desaliento que planea sobre nuestras cabezas, debemos rendir homenaje a los mártires caídos temporalmente, esperar su pronta recuperación, guardarles su sitio en las filas, y mientras tanto, los que quedemos debemos seguir en la batalla, inasequibles al desaliento, continuando con la necesaria siembra que dará como fruto una nueva generación de luchadores. Hermanos caídos en la batalla, no estaréis nunca jamás solos, porque vais de la mano de la racionalidad, y porque cada día somos más los que despertamos de este Matrix de la barbarie. 

Nos vemos en la cara oculta de la Luna.

1 comentario:

  1. Ahí Rhay!, dando caña desde el principio. Ánimo con este proyecto, que en época de "desencantados" siempre viene bien alguien ilusionado y con ganas.

    Saludos.

    ResponderEliminar